El Consejo de Ministros post-debate nos dejó para celebrar por San Isidro unos cuantiosos recortes presupuestarios, que se sumarán a los ya aplicados en febrero y a los ya aplicados en los presupuestos generales del Estado a finales del año pasado. Como principio, la austeridad de la administración debería ser un objetivo permanente, pero la distribución de los tijeretazos va más allá. Ciencia e Innovación se lleva la peor parte siempre, mientras que a los dueños de la bolsa se les llena la boca diciendo que sólo apostando por la innovación saldremos adelante. Los científicos critican el parón presupuestario y a la semana siguiente el gobierno responde con más recortes.
No voy a seguir comentándolo, que eso ya lo han hecho otros y, la verdad, yo ya estoy cansado, así que seguiré poniendo al día mi CV para presentarlo a la selección de unas becas para trabajar en la sección de ciencia de Público. No es que me agrade la idea de ir encadenando beca tras beca y terminar llegando a los 30 sin haber trabajado en España (a ojos del INEM y de la Seguridad Social), pero si no hay otra forma de meter cabeza, sea.
El caso es que llega ya el final de mi actual beca en el gabinete de prensa/unidad de comunicación y cultura científica del IEO, y como cada vez que se aproxima el cierre de una etapa, toca hacer balance. ¿Qué he sacado de esto, aparte de una línea más (o dos, que el nombre del instituto es largo) en el capítulo de experiencia laboral del currículo? Unas cuantas cosas, pero me deja un sabor agridulce porque precisamente experiencia podría tener mucha más, si no hubiese sido porque los sucesivos recortes presupuestarios nos han dejado tan temblando nuestra partida que no hemos podido hacer ninguna de las actividades que normalmente venía realizando la unidad.
Redactar noticias para la web y notas de prensa, atender a los medios cuando tocara (lo que nos habremos divertido con lo de las carabelas portuguesas y aquello de la ola de 5 pisos) y montar el correspondiente número de la revista del IEO; todo eso sí, pero nada de acudir a ferias sectoriales con el correspondiente diseño de stands, posters y folletos, o de ir a visitar los centros oceanográficos cuando se organizaba en ellos algo (porque ya estaría pagado, o comprometido el pago desde antes de los recortes), y por supuesto nada de embarcarse en ninguna campaña para tener material de primera mano para elaborar los contenidos.
¿Tiene sentido hacer investigación con fondos públicos si luego los ciudadanos contribuyentes no se enteran de en qué se han gastado el dinero de sus impuestos y por qué? Recortar la inversión en investigación es frenar el desarrollo, pero recortar el gasto en comunicación roza ya lo antidemocrático. Y, sin embargo, es lo primero que se cercena. Aunque claro, si no se hace ciencia, no hay nada que comunicar, al fin y al cabo. Debe ser eso...