El caso es que ayer, esperando noticias del estado de nuestro servidor, me dió por cambiar la configuración del sitio MSN y al hacerlo me he encontrado con un comentario que jamás había leído. No creo que el autor, Gustavo Monge, llegue a leer esta respuesta (salvo que se la envíe por correo; que probablemente lo haga), pero merece la pena reproducirlo aquí. Aprovecho para pedir disculpas a todos aquellos que hayan tratado de ponerse en contacto conmigo y se hayan encontrado la callada por respuesta.
El 3 de Diciembre de 2004 leí estupefacto una noticia en El Mundo acerca de la concesión de los premios Descartes. Tal fue mi asombro ante el maltrato que el tema había recibido que me ví impelido a iniciar la saga "cómo no dar una noticia sobre ciencia" (que, dicho sea de paso, sólo he interrumpido por haber dejado de consultar noticias científicas en prensa general). El 15 de Febrero de 2005 son recopilados y publicados en Divulcat. Al día siguiente, Gustavo Monge, corresponsal de la agencia EFE en Praga y autor del artículo mencionado, me escribe el siguiente mensaje:
Querido Max:Estimado Gustavo:
Te agradezco mucho tu crítica a nuestro artículo sobre el Premio Descartes, otorgado recientemente en Praga. Tomo nota de cada una de tus palabras. La variedad de los temas que cubro desde esta corresponsalía es muy amplia. Escribo sobre Economía, Empresas, Política, Arte, Literatura, Historia, Deportes, etc. Soy economista y reconozco que en esta faceta me siento más cómodo. Pero aquí hacemos de todo. No somos una agencia especializada en noticias científicas. Lo que a tí personalmente te interesa no tiene siempre por qué coincidir con lo que le interesa al público en general. Tratamos, eso sí, de salvaguardar la objetividad, indepedencia y precisión, dentro de nuestras capacidades y límites humanos. En cualquier caso, te agradezco de nuevo tus comentarios.
Un abrazo y ánimo con esta interesante tarea científica.
Gustavo Monge Agencia EFE. Praga
Agradezco sinceramente el interés mostrado por mi crítica y aprecio muy positivamente que hicieses el esfuerzo de contactar conmigo, y por ello te pido perdón por no haber respondido antes.
Entiendo que no todo corresponsal de prensa pueda (ni deba) ser especialista en absolutamente todo, sino una especie de nodo repetidor de noticias locales. Por lo tanto comprendo que las noticias que se alejan de la especialidad del reportero queden peor cubiertas. Tu eres economista y escribir de ciencia no tiene por qué ser lo tuyo; yo soy científico y si escribiese de economía cometería errores de bulto. Sin embargo sí que creo que hay que ser muy conscientes de eso, de nuestras respectivas limitaciones cuando nos vemos forzados a hablar de un tema en el que no tenemos soltura; imagina cómo te sentirías al leer un reporte económico escrito por mí desde Holanda en el que dijese cosas sin sentido alguno.
El error no está en la redacción de tu artículo (ni en el de los otros comentados posteriormente, comienzo a sospechar) en sí mismo, sino en el proceso de supervisión posterior. No soy periodista, así que no sé cómo funciona ese mundo por dentro, pero uno imagina (o mejor dicho, quiere creer) que lo que escribe cualquier periodista no sale a la luz tal cual ha sido redactado sino que es revisado por algún tipo de redactor. Digamos que esperaría que tu artículo llegase a la agencia y fuese enviado al redactor especialista en materias científicas y afines para que lo revisase, o que al menos algo así sucediese en la redacción de los periódicos a los que llegan estas noticias de agencia.
Deduzco que o la realidad no es como yo la imaginaba o que durante el periodo de revisión el redactor correspondiente no hizo bien su trabajo. En cualquier caso representa un grave atentado contra la propia empresa científica, basada en el rigor metodológico y la escrupulosa delimitación de datos y sus fuentes. Cualquier alteración producida a posteriori repercute seriamente sobre la imagen que la ciencia muestra ante la sociedad, a la que debe rendir cuentas sobre su labor. Espero que se entienda por qué la manía que tenemos los científicos sobre el trato que reciben nuestros descubrimientos en la prensa.
Lo cierto es que nos sentimos vilipendiados. Comprendemos que la ciencia es dura de roer y más difícil de tragar, así que no pedimos maravillas literarias a la hora de hacer periodismo científico. Lo que sí pedimos es que se nos haga caso cuando reclamamos mayor rigor; que no es raro oir al famosete de turno quejándose del trato recibido por la prensa rosa, o al fubolista por la prensa deportiva, pero cuando un científico pone el grito en el cielo cuando su profesión se compara con un timo para idiotas, el asunto apenas trasciende. Pedimos que si dentro de los periódicos se exige a los periodistas precisión a la hora de tratar temas políticos o económicos, se haga lo mismo a la hora de hablar de ciencia. Nada más. Y nada menos.
Saludos cordiales,
Maximiliano Corredor